lunes, 10 de mayo de 2010

Sin hambre, sin ganas, sin fuerzas, pero lleno de mala hostia



A raiz de una casualidad en el Feisbuk, me he acordado de un poema del escritor underground estadounidense Fría H. Bear, que me impresionó la primera vez que lo lei.
Nada de lirismo. Como ya sabreis si seguís minimamente este blog, Fria H. Bear fue uno de los escritores que formaron "La Troupe" en los años 60. Buscad por ahí entradas antiguas si quereis saber más de ellos. Fría fue uno de los componentes más erráticos de "La Troupe", oscilando entre los poemas oníricos y otros contundentemente realistas. Martin Walsh dijo de él que era como estar subido constantemente en una montaña rusa, igual abrazaba la escritura automática de los escritores beat, que se volcaba con los simbolistas irlandeses. Nunca se consideró poeta. "Yo escribo para sacar tajada" decía cuando le preguntaban por su obra; bien fuera por un polvo, bien fuera por un par de dolares para pagar algo.
No obstante y según Lawrence Hendershot, nunca conoció a nadie que vistiera tan honradamente su máscara. "Tal vez, Fría fuera un mentiroso, pero nunca te mentía respecto a eso."

Como decía otro verso, que bien puede aplicarse a Fría H. Bear: Nosotros no escribimos poemas para niñas de bragas rosas.

Sin hambre, sin ganas, sin fuerzas, pero lleno de mala hostia.

Bolsillos vacíos y manchado el pantalón,
crecida la barba pero afiladas las uñas
La camiseta rasgada y la esperanza fuera foco.
Metido en casa tres días ya
oliendo a sudor y odio.
Sin hambre, sin ganas, sin fuerzas, pero lleno de mala hostia.

Se va vaciando el frigorífico y llenando el fregadero
Murciélagos en vez de golondrinas
Mordiscos donde debió haber amor.
Me estoy vaciando como una cabra muerta,
donde deberían nacer flores crecen gusanos.
No tengo nada y cada vez me queda menos.
Cambio cada caricia que me deben por un arañazo.
Puede parecerte que tengo muy poco,
pero tengo mucho de lo que necesito.
Sin hambre, sin ganas, sin fuerzas, pero lleno de mala hostia.

Sólo muerden los perros que ya no pueden retroceder
El odio hace más compañía que el anhelo.
Ya no me hace falta una mano amable.
Al final de la tristeza hay un país de cicuta y mostaza.
Ya no me hace falta comer, dormir, ni levantarme
Tengo un tesoro de hollín y saliva venenosa
sobre el que dormir en blando y resguardarme del frío.
Metido en casa tres días ya
con el pelo ensortijado y el corazón comido por la ratas.
Contento de tener un río de agua negra fluyendo por las venas
sin hambre, sin ganas, sin fuerzas, pero lleno de mala hostia.

Fria H. Bear
Los Angeles. 1962.

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